¿De dónde viene Jesús? Viene de Dios, de su corazón, ha sido enviado. Este hombre, este ser humano, con nuestra misma humanidad, no es un hombre cualquiera, no. El encarna la voluntad del Padre-Dios, todo en él concuerda con la voluntad de su Padre: su manera de proceder, sus actitudes, sus objetivos, sus preferencias... Por eso viene a Jerusalén.
¿Por qué viene a Jerusalén? Esa ciudad representa el lugar del encuentro del pueblo con Dios, en ella estaba el templo, en ella estaba el palacio de David, en ella serían convocados todos los pueblos para escuchar la voz del Señor y ponerse bajo su soberanía. Sin embargo, Jerusalén es más que un lugar geográfico que podemos marcar en un mapa, Jerusalén es nuestro mundo, nuestra tierra, Jerusalén son los seres humanos unidos como hermanos y conducidos por Dios hacia la plena realización de nuestras esperanzas de vida. Jesús viene a Jerusalén, a nuestra historia, a nuestra vida, a nuestro quehaceres... Viene para convocarnos, reunirnos como hermanos en la entrega total de su vida en la Cruz.
¿Cómo entra a Jerusalén? Las Escrituras nos dice que entra como rey, su palabra es obedecida por sus discípulos, las personas le dan la bienvenida y la ciudad se conmociona. Pero todo esto es apenas el exterior del misterio de su entrada en Jerusalén. Es verdad, él es el Señor, el Maestro, pero lo es de una manera muy propia y profunda. El es Señor y Rey pacifico, manso, viene sentado en un burrito, su yugo es suave y salvador. Es el Maestro interrogado, juzgado, cuyo enseñanza es carne viva, humanidad elocuente. Sobretodo el es Señor, Maestro y Rey en la cruz.
¡Qué signo más elocuente y abrumador! ¡Oh cruz, cómo eres despreciable! Solo los que son considerados malditos mueren en ti. Eres la síntesis de la humillación y el desprecio. No queremos morir en ti, no queremos vivir genuina e íntegramente nuestra condición humana, hacerlo nos resulta doloroso, nos expone al rechazo y compromete nuestra vida. Pero solo cuando te aceptamos, cuando asumimos el fruto de nuestra adhesión a Jesucristo, encontramos en ti al Señor, Maestro y Soberano de nuestra vida. ¡Oh cruz, tu eres el fruto del amor, no eres simplemente su consecuencia, el amor de Cristo se ha vuelto cruz. El amor de nuestro Dios florece en la entrega de su Hijo, en su total abandono y servicio. ¡Oh cruz, absurda, tu eres el fruto del amor de Nuestro Señor! Tu eres el culmen de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, Él muestra la plenitud de su poder salvador. ¡Oh cruz, por ti nos viene la salvación!
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