Mi propuesta de trabajo de tesis de doctorado, al cual esté en proceso, fue adquiriendo una configuración más o menos clara a partir de la reflexión sobre la cognición estética, teniendo presente que el asunto que me consumía, que me ocupaba era yo mismo, en cuanto había asumido mi condición de educador. Esto me llevó a percatarme de la poca consciencia, sensibilidad, conexión con el entramado sensoperceptivo que me constituye. Esto es, por mí mismo como unidad corporal.
Me parece que, durante el proceso doctoral, en la mayoría de los temas tratados, aunque siempre los había referido a mí mismo, lo que había prevalecido era una la modalidad sensoperceptiva visual y el esfuerzo por hacer un discurso racional, con descuido de la riqueza sensorial y “cognitiva” que soy en cuanto ser humano.
Anestesiar los sentidos, anestesiarse
Estuve tentado a decir que mi experiencia estética había cambiado, en el sentido de que mi manera de percibir, de sentipensar, de acoplarme con los sistemas con los que estoy en relación había cambiado. Al mismo tiempo, que mi experiencia estética nunca fue lineal, mecanicista, unifocal, de un solo sentido. Lo que creo que ocurría es que estaba acostumbrado a desechar, anestesiar, toda la riqueza sensible, perceptiva, que había y hay en mí.
El camino recorrido me ha llevado a redescubrir la que puede ser mi mayor cualidad y mi mayor defecto (así son las paradojas). Esto es mi capacidad de reflexionar, de prestar atención a lo que me ocurre y a lo que ocurre en la trama de mis relaciones. Capacidad que trae el peligro de perderme en tales reflexiones y desconectarme del accionar al cual ser refieren; cambiar el mapa reflexivo, por el territorio sensoperceptivo, que a cada momento me provoca y convoca a la acción.
Mi desafío: volverme profesante, hacerme cargo de mi dignidad
Entonces, comenzó a aparecer el desafío de convertirme en profesante, el mismo desafío que conmueve y promueve Mónica Cosachov (2000). Se trata de iniciar el viaje, atravesar los puentes, transgredir lo conocido. Dicho de otro modo, separarme de lo que no deseo, no profanarme en lo más querido. El deseo me lleva a la profesión, lo más querido me lleva a la tranquilidad de mis reflexiones.
Sentía y siento mis vísceras, mis sentimientos, mi entorno… Me comencé a sentir desde la diversidad de experiencias y relaciones por las que he pasado, a sentir los sentimientos de otras personas e incluso a sentir con sus sentimientos. Todas esas afirmaciones se refieren a diversas formas y fuentes de la estética, las cuales, con todo, constituyen la unidad de experiencia que soy para mí mismo. Poco a poco iba descubriendo que mi tarea, como ser humano inteligente, como profesante de la riqueza de mi vivir, consiste en concebirme y sentirme como unidad compleja. No como una única sensibilidad, sino como acople de múltiples sensibilidades que me constituyen.
Pude darme cuenta de que hay inteligencia en las capacidades que me permiten medir, sistematizar información, articular teorías. Pero esta es una inteligencia computacional, es la que prevalece cuando sucumbo al solo discurrir reflexivo. Pero esa inteligencia es limitada, alienante y no me hace humano. No es inteligencia creadora, en términos de Antonio Marina (1993). Cuando tales capacidades se sientan y conciban entramadas en un todo sensorial y de sentido que soy yo mismo, cuando impliquen los múltiples gustos que atraviesan mi vivir, y me dirijan hacia mi deseo, entonces dejan de ser alienantes y colaboran en mi unidad y sentido.
Coinspirar: amarme, celebrar la riqueza de ser mí mismo y de que otras personas también lo sean
Durante buena parte del proceso de doctorado, había pensado que coinspirar es una acción referida a otros. Sin embargo, comencé a considerar que es una acción referida principalmente a mí. Tal vez por el modelo civilizatorio en el que he crecido, en el que prevalece la estética del mito la caverna (Najmajnovich, s.f.) tenemos la manía de buscar ser superiores, sobre todo si ejercemos funciones de docencia o gobierno, poseedores de una verdad y llamados a “salvar” a otros. Según esto, ser coinspirador sería mi tarea respecto a los estudiantes que me asigna el sistema escolar. No es así. Se trata de inspirar, llenarme de vida, junto con otros y otras, y aceptar y celebrar que así sea.
El deseo de ser coinspirador, el cual había surgido al entrar en contacto con la propuesta de Ximena Dávila y Humberto Maturana (2007 y 2008), no se trata de que inspire a otros, de que sea algún tipo de modelo. Se trata del gozo, del disfrute, del placer (dimensión estética) que se experimenta cuando hacemos juntos, colaboramos (dimensión volitiva y política); pues nos reconocemos legítimos y amables (dimensión ética). No se trata de teoría. Claro está que al escribir hago teoría y reflexiono; pero, disfrutando con otros y otras; colaborando con otros y otras; valorando positivamente mi legitimidad y la de los otros y otras. No se trata de una teoría, simplemente, sino que parto de un gustar. Me gusta la diversidad, me gusta una sociedad en la que otros pueden existir de un modo diverso al que yo existo.
Concluyo haciendo una aclaración. Lo reflexivo tiene la posibilidad de hacerme coinspirador o anestésico, no creo que sea así en otras personas. Tal vez, a algunos, por ejemplo, alguien que se anestesia en el hacer, reflexionar es un camino emancipatorio. Lo que no significa abandonar el hacer, porque (de nuevo la paradoja) su hacer es la fuente de su originalidad. En todo caso, me parece que para quien el cambio estético, ético y político, es una invitación semejante a la del camino del Tao: “vivir en el bien-estar psíquico y corporal de un vivir sin esfuerzo en la unidad de toda la existencia" (Maturana y Dávila, 2008, p. 73).
Referencias
Cosachov, M. (2000). Entre el cielo y la tierra. Buenos Aires: Editorial Biblos.
Davila, X. (2008). Eras psíquicas de la humanidad. En H. Maturana y X. Dávila Maturana, H. Habitar humano en seis ensayos de biología-cultural. Santiago: J.C. Saenz Editor, pp. 35-68
Marina, J. A. (1993). Teoría de la inteligencia creadora. Barcelona: Anagrama.
Maturana, H., y Dávila, X. (2008). Biología del tao o el camino del amar. En H. Maturana y X. Dávila Maturana, H.Habitar humano en seis ensayos de biología-cultural. Santiago: J.C. Saenz Editor, pp. 69-106
Maturana, H., y Dávila, X. (2007). La Gran Oportunidad: Fin de la Psiquis del Liderazgo en el Surgimiento de la Psiquis de la Gerencia Co-Inspirativa. Estado, Gobierno y Gestión Pública, (10), pp. 101-124. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2767984.pdf
Najmanovich, D. (s.f.) Ética y estética del pensamiento complejo. Recuperado de: http://www.pensamientocomplejo.com.ar/docs/files/Najmanovich,%20Denise%20-%20%C9tica%20y%20Est%E9tica%20el%20pensamiento%20complejo.doc
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