De alguna manera las diferentes corrientes espirituales plantean la
necesidad de que nos rindamos. Sí, en algún momento la pretensión de ser
inteligente, de ser fuerte, de ser amable, de ser original, de ser
bondadoso, de ser alegre, de ser fiel... como pretensión compulsiva, no
auténtica, no consigue lo que tanto anhelamos; esto es, ser amados. Se
trata de una trampa del ego que nos dice que solo seremos amados o
estaremos bien si actúamos de alguna de esas maneras. Pero, se trata de
una lucha que nos agota, nos lleva a la ansiedad, a la depresión, a la
soledad o a la dependencia. Al final solo queda rendirse, dejar de
pretender, y confiar. Simplemente confiar.
En el lenguaje cristiano
se llama kenosis. Abandonarse en el Amor. Se trata de algo que va más
allá de adherir a algún sistema religioso. Se trata de una experiencia,
paradójica, y quizás ambivalente como todo lo humano. Pues no se puede
controlar, no se puede programar, solo se puede acoger. Aún así,
seguimos en camino; pues no es algo que nos ocurre de una vez para
siempre. Sino de una continua invitaciòn a morir a nuestra pretensión de
control y dominio, de nosotros mismos, del mundo, de los demás e
incluso de Dios.
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