La quiebra económica es una situación adversa que puede afectar nuestra conducta, nuestra fisiología y equilibrio emocional, dependiendo de cómo la percibamos y cómo reaccionemos.
La percepción del control y la predictibilidad son
aspectos determinantes de la capacidad de afectación de la situación.
Cuando percibimos que
una situación está fuera de nuestro control y predicción y al mismo tiempo nos
damos cuenta del daño que nos puede causar, activamos nuestras respuestas con
el fin percibir que estamos a cargo de la situación.
Pero podemos caer en la trampa del incorrecto hacer o
el incorrecto no hacer.
El incorrecto hacer consiste en persistir en nuestras
tentativas de cambiar una situación, cuando esta es irreversible o en pretender
que las cosas ocurran exactamente como queremos. Si ante la quiebra, pretendo
llevar a toda costa el status de vida que traía o pretendo un crédito bancario,
sin ofrecer ninguna garantía; estoy en el incorrecto hacer y en cada intento
sentiré más frustración. Es necesario, aceptar los hechos, aunque duele, es
menos dañino.
Por otra parte, podemos pensar que no hay nada para hacer.
Evitamos la situación, no queremos aceptar la situación, le veo el lado negativo
a cualquier posibilidad práctica de hacer algo. Podemos ser tragados,
dominados, por emociones como el miedo, la rabia, la tristeza.
¿Qué podemos hacer?
No tragarnos solos, todo el malestar, busquemos y
aceptemos el apoyo de otras personas. Podemos hablar de lo que nos
sucede y sentimos con personas cercanas. Puede que nos den una mano desde lo
económico, pero, sin pretender que sea tal y cómo lo esperamos. Sobre todo, su
presencia y escucha nos ayuda a sobrellevar el malestar que sentimos; lo cual
contribuye a nuestra salud y a que podamos descubrir soluciones realistas.
Evitemos la rumiación. Cuando estamos enceguecidos
por la idea de que las cosas tienen que ser de una manera, pasamos horas
pensando estrategias para lograr, sin hacer nada concreto. Cuando estamos
enceguecidas, queriendo encontrar una explicación a lo sucedido, pasamos horas
respondiendo la pregunta ¿qué pasó? o ¿por qué a mí? Tampoco hacemos nada
práctico. Cuando nos sorprendamos en esa
actitud, podemos decirnos a nosotros mismos ¡suficiente! ¡basta! y hacer lo que
podemos o tenemos que hacer.
Dar pasos realistas, sin pretender solucionarlo o
todo o llegar a resultados inmediatos. Puedes hacer una lluvia de ideas, sin
reflexionar mucho, sobre acciones que están en tus manos para generar cambios
en la situación. En seguida revisas lo que se puede hacer y que no sea una
forma de evitación del problema. También es válido pedir asesoría técnica,
algunas instituciones te la pueden brindar.
Pausar es necesario. Hay un correcto no hacer, aquel
en el que nos permitimos descansar y soltar por un tiempo determinado. Es
válido y necesario detenerse. Por ejemplo, puedes sacar 30 minutos para caminar
por un parque, por la orilla de la playa; 15 minutos para relajarte, meditar,
etc.
Si te sientes desbordado por tus emociones; si no encuentras ningún apoyo a tu alrededor; si tu salud física se ha deteriorado fuertemente; si has pensado en el suicidio; pide ayuda profesional, muchas universidades tienen consultorios públicos, hay organizaciones sin ánimo de lucro e iglesias que te pueden atender.
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