miércoles, 21 de abril de 2010

Ni afuera ni adentro

Según se ha dicho en una carta de 2001 el cardenal colombiano Darío Castrillón felicitó a un obispo francés por haber impedido que un tribunal civil enjuiciase a un presbítero católico. Felicitación recientemente desaprobada por el Vaticano, en realidad no sé quién es el Vaticano, pero, según parece aprobada en el 2001. La felicitación tiene su fundamento en que un sacerdote de la iglesia no puede ser enjuiciado por la ley civil. ¿A cuenta de qué?Me atrevo a pensar que a cuenta de la doctrina imperante acerca de los ministerios ordenados y de la naturaleza de la Iglesia Católica, según la cual aunque la Iglesia y sus ministros están en el mundo y están sujetos a las vicisitudes del mundo su verdadero ser no es de este mundo. Así las cosas ni el papa ni ningún miembro de la jerarquía puede ser juzgado por un tribunal de este mundo. Los laicos sí, porque ellos no pertenecen al orden sagrado. Tamaña contradicción, una cosa es la letra del Concilio Vaticano II y otra la práctica real de la jerarquía  católica. Para ella siguen siendo más iglesia los ministros ordenados, ¿cómo se explica entonces que unos si estén sometidos a los tribunales civiles y los otros no?
José María Castillo en su blog del 19 de abril "Nadie puede juzgar al papa" habla de una manera de pensar, de una mentalidad que hace posible estás cosas. ¿Cuál es esta mentalidad?
Yo sigo pensando que la mentalidad imperante es aquella que divide el mundo en sagrado y profano, que pone a Dios afuera de este mundo y a la iglesia católica, tal vez sea mejor decir a los ministros ordenados de la iglesia católica, como presencia en el mundo de Dios que está fuera de este mundo. De paso se considera a Jesús, el Cristo, como aquel que establecido el puente entre Dios y la humanidad. Mejor dicho, la iglesia, mejor dicho sus ministro ordenados son el peaje.
Esto nos lleva a un problema tremendo, ¿Podemos leer los texto bíblicos, los que la tradición consigno como canónicos, desde un horizonte cultural diferente? En estos días, por ejemplo, leemos en el evangelio de Juan, "Yo soy el pan vivo que bajo del cielo" Evidentemente se habla a partir de una cosmología que concibe un arriba y un abajo, un afuera y un adentro. O cuando hablamos de la resurrección concebimos un aquí y un más allá. ¿Qué es lo realmente normativo?
Yo me inclino a pensar, y lo hago basado en mi mismo, no sé a cual autoridad filosófica o teológica citar, que lo verdaderamente novedoso, y normativo para mi existencia, es encontrar en Jesús una existencia humana en la que la liberdad, la responsabilidad, la confrontación con el absurdo, el amor, y otros existenciales, son radicalmente vividos y en el puedo ver que humano y divino son correlatos de una única existencia. No es que lo humano haya entrado en lo divino ni que lo divino haya entrado en lo humano. Sino, más bien, que lo humano es divino y lo divino es humano y mundano. Por eso desde el encuentro con Jesús me resulta impensable pensar en paganos, en sagrado y profano.
Me parece que la pregunta  que nace de la experiencia de “religación al poder último, posibilitante e impelente de lo real” (Como habla Zubiri) no necesita la formulación de Dios como el que está afuera o encima de nuestra existencia histórica. Que tal si con Jesús descubrimos que ese poder último, posibilitante e impelente de lo real nos habita, nos mueve, nos conduce porque en últimas nosotros y todo lo mundano viene a ser "una forma de su ser", así como nuestro cuerpo biológico es una forma de nuestro ser.
Creo que la humanidad, en el maravilloso momento de crisis que nos ha tocado vivir, puede ser salvada (de la superpoblación, de la lógica de explotación, del sin sentido, etc.)  gracias a ese gran regalo de Dios, propiedad de toda la humanidad, que es Jesús, el lleno de Dios, como nosotros.

No hay comentarios: