jueves, 5 de noviembre de 2015

Quiero un nuevo mundo



Me habita una angustia, un sin sabor, el mundo que vivimos no es un mundo para humanos. Veo niños (incluyo a las niñas) corriendo a un bus escolar, desde la más temprana edad, llevando un armario a cuestas. Veo jóvenes, adultos, ancianos, corriendo desmesurados. ¿A dónde van? ¿Quién los persigue? ¿Qué quieren alcanzar? Encontrar un empleo, aprender un idioma, comprar una casa, tener otro título, y más… El tiempo que se acaba, la competencia que no perdona, la incompetencia que excluye, y más… podrían ser algunas respuestas a las preguntas planteadas.

Definitivamente, no es un mundo para humanos, no es un mundo para quienes hemos sido generados en el encuentro, que necesitamos ineludiblemente del cuidado para existir, que nos desesperamos si no somos amados y no podemos amar, que anhelamos la plenitud y el sentido, que gozamos conversando, que nos recreamos jugando, y más… Pero postergamos todo esto en ese correr frenético para que no nos alcance el garrote o para alcanzar la zanahoria, como caballos atados a un carruaje, conducido por un cochero déspota.

Qué triste es este mundo que hemos construido. Estoy cansado de diagnósticos, estoy cansado de alarmar a los estudiantes que encuentro en mi trabajo. Pobres, escuchan tantos anuncios de desgracia. Hacen tantas reflexiones críticas. Busco una salida, quiero propuestas, no más diagnósticos. Ya sabemos que se acaba la biósfera; ya sabemos que hay inequidad; ya sabemos que el desarrollo es una falacia; ya sabemos que corremos, pero llegamos al mismo punto. 

No me satisface la respuesta de la eficiencia tecnológica. Con la mierda humana se generará energía, decía el periódico que leí en la mañana. Haremos un carro ecológico (menos consumidor, más eficiente). Habrá multas para quien gaste más agua. El nuevo celular tendrá más capacidad de almacenamiento. Esas son las propuestas de la eficiencia. Pero, seguimos corriendo, el garrote amenaza y la esperanza de morder la zanahoria nos anima. Esas respuestas allanan los síntomas, pero la enfermedad continúa.

Insisto, no puedo quedarme callado, debemos suspender nuestro deseo de controlar, debemos aprender a confiar, debemos aprender a cuidarnos y a cuidar nuestra Pachamama, nuestra Gaia, nuestra tierra. Nuestro vivir implica el enfermarse, el envejecer, el morir; no tengamos miedo de esto. Por querer controlar, por evitar al extremo estos aspectos de nuestra vida, hemos dejado de mirarnos, de encontrarnos, de compartir, de cuidar, de convivir.

Hace 2.000 años el maestro Jesús de Nazaret ya decía “Tonto, de quien será el trigo que acumulaste en los graneros, si se te pedirán cuentas esta noche” “El Reino es como un árbol que crece, que da fruto, en el que los pájaros vienen y hacen sus nidos” Creo que se agota el tiempo, no se trata de hacer reformas. Es hora de escoger o seguimos con el mundo viejo, que se muere; o nos transformamos, para que llegué el nuevo mundo.

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