miércoles, 15 de enero de 2020

Cambiar la amargura por confianza, ser bacteria

El 6 de mayo de 2019 conocí una persona, que a mi entender ha marcado un antes y un después en mi vida. Ella me deslumbró con su alegría, seguridad en sí misma y confianza en la vida. Aunque ese no es el tema de esta nota hago mención del acontecimiento porque esta persona en algún momento me hizo saber que había sentido amargura en mí. Creo que acertó en su sensación.
 
Sentía amargura porque pensaba que estamos acabando con nuestro planeta, lo sobre explotamos y es un gran sistema viviente que no puede soportarnos indefinidamente. Sentía amargura porque veo que el sistema civilizatorio en que vivimos convierte cualquier necesidad humana en una fuente de acumulación de riqueza; incluso más, genera necesidades innecesarias para vivir con el fin tener nuevos negocios generadores de riqueza.
Particularmente sentía amargura porque pensaba que no hay nada que hacer. Salvo esperar la gran catástrofe. Por eso, llegué a considerar a Thanos, el personaje de Avengers como un gran símbolo de lo que debe ocurrir, una extinsión masiva de los seres humanos. 
 
En mi contexto inmediato me causaba una gran amargura ver a las instituciones educativas convertidas en captadores de estudiantes que generen ingresos con el fin de tener estabilidad financiera (en el mejor de los casos), cuando no, para desviar fondos a los bolsillos de sus propietarios. Todo a costa de la idea “la educación genera desarrollo y mejor vida”, la cual es aparentemente verdadera, pues se confunde educación con consumo del sistema educativo y desarrollo con esclavitud laboral.
 
Durante el año 2019 estuve en una situación laboral caracterizada por cumplir con cumplir metas administrativas, en las que van desapareciendo las personas y solo quedan los datos. Datos maquillados, como un rostro, en el que no se miente porque el rostro está ahí; pero se busca que la mirada del observador se dirija a lo que se considera más atractivo. Por otra parte, por mi obción biocentrista, en la que mi consumo de carnes se redujo al mínimo y solo de productos que implique la menor explotasión de la tierra, esto es de economías domésticas, mis nivelos de vitamina B12, por lo que puedo deducir de un exmen realizado hace una semana, estuvieron probablemente muy bajos, con grave riesgo de mi salud mental.
 
Además, en mi relación con la persona que conocí el 6 de mayo, de la cual me enamoré, con la cual estuve a punto de casarme y por quien reconocí mis malas acciones a lo largo de la vida, caí en una actitud puritana. Me aislé de casi todos mis nocidos, los saqué de mi vida. Comencé a creer que casi todo lo que hacía estaba mal, era indigno, deshonesto o faltaba al respeto a la persona que amada.
 
Luchaba de manera compulsiva contra todo lo que pudiese implicar deshonestidad, mentira, engaño, etc. Entonces se incrementaron las obsesiones, los escrúpulos. El 27 de noviembre de 2019, cuando luchaba con todas mis fuerzas por cumplir con todas las tereas laborales, para no ser una persona indigna, para ser perfecto, me derrumbé, me quebré. Pensé en enterrarme los cuchillos de la cocina. Apareció claramente lo que en los diagnósticos psiquiátricos se conoce como un transtorno obsesivo compulsivo.
 
En estos momentos, mes y medio después, me encuentro muy bien. Estoy buscando empleo; pero no quiero ser esclavo a sueldo. Tengo muchos seres queridos a mi alrededor. Comienzo a contactar a las personas que alejé, tal vez, algunas regresen, otras, tal vez no. Y quiero seguir promoviendo la protección del planeta, de la vida en comunidad, del sentido espiritual de nuestra vida. Ya no tengo amargura. Ahora soy simplemente un ser humano. No soy mejor ni peor que nadie, no soy más ético, más correcto que nadie. No quiero purgar el mundo. Solo quiero vivir; dar de mí lo que soy. 
 
Quiero desarrollar una intuición que vengo construyendo desde hace algunos años. Quiero ser una bacteria. Sí, un microorganismo que existe entramado en el sistema que lo sustenta; sin la pretensión de ser “más grande” - desarrollarme -. Simplemente repetir una programación, que siendo muy breve sería la siguiente, consumo solo lo necesario, acepto a quien están a mi lado y promuevo el cuidado mutuo. Y si un día Thanos destruye a la mitad de la humanidad, espero haber sembrado ese programa. Somos parte de la vida, la vida fluye a traves de nostros y cuando desaparezca esta unidad singular, llamada Carlos, continuaré siendo parte de la vida.
 
Vivo en la confianza de estar entramado en la vida, yo la llamo el divino amor, papá-mamá, algunas veces dios.

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