Algunas veces me imagino al último ser humano en la tierra. Está encerrado
bajo tierra, en un poderoso en infranqueable búnker. Se metió allí
aprovisionado para resistir décadas, rodeado de sus reservas en oro y de toda
clase de aparatos electrónicos. Quería garantizar su futuro. Ahora está solo,
hace tiempo que nadie responde a sus llamados y todo el oro del mundo no
alargan un segundo de su vida.
Es el último multimillonario que creyó poder vivir en un oasis de seguridad,
de los poco que quedaron cuando la tierra se convirtió en un gigantesco
desierto. Pero, no pudieron evitar de la dinámica de la competencia, el deseo
de acumular continuase causando estragos. Incluso, en esos oasis, que le
cerraron las puertas a la humanidad y a la vida moribunda, se crearon anillos
de privilegiados cada vez más selectos, hasta que solo estaban los del búnker.
Sí, algunas veces me imagino que es así como terminamos destruyendo la
tierra, por nuestra incapacidad de cuidar, de armonizar; por nuestra pretensión
de dominar, de controlar, de querer controlar el futuro con nuestras
sofisticadas planificaciones. Pero, viendo bien las cosas, no destruimos el planeta;
nos destruimos a nosotros mismos. El último humano del búnker morirá. En poco
tiempo, tal vez un millón de años, la tierra comienza una nueva historia de
vida la espera de una nueva especie inteligente y amorosa, capaz de
cuidar.
Sin embargo, me resisto. Por eso escribo y vuelvo a escribir sobre el mismo
tema. Creo que podemos renacer como humanidad. Nos quedan unos minutos
cruciales. Podemos comenzar a acoger en lugar de excluir, a cuidar en lugar de
explotar. Podemos suspender la manía de crear problemas para solucionar
problemas. Podemos parar, parar nuestro embeleco de ser grandes y poderosos.
Podemos comenzar a ser humildes, somos parte de la tierra, la tierra es nuestra
madre. Podemos comenzar a tomar solo lo que necesitamos, a dejar de acumular.
Podemos comenzar a ser felices, porque toda nuestra lucha no nos ha dado
felicidad, solo ansiedad. Tenemos una chance, en el búnker ya no habrá más
oportunidad.
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