miércoles, 22 de enero de 2020

En el búnker

Algunas veces me imagino al último ser humano en la tierra. Está encerrado bajo tierra, en un poderoso en infranqueable búnker. Se metió allí aprovisionado para resistir décadas, rodeado de sus reservas en oro y de toda clase de aparatos electrónicos. Quería garantizar su futuro. Ahora está solo, hace tiempo que nadie responde a sus llamados y todo el oro del mundo no alargan un segundo de su vida.

Es el último multimillonario que creyó poder vivir en un oasis de seguridad, de los poco que quedaron cuando la tierra se convirtió en un gigantesco desierto. Pero, no pudieron evitar de la dinámica de la competencia, el deseo de acumular continuase causando estragos. Incluso, en esos oasis, que le cerraron las puertas a la humanidad y a la vida moribunda, se crearon anillos de privilegiados cada vez más selectos, hasta que solo estaban los del búnker.

Sí, algunas veces me imagino que es así como terminamos destruyendo la tierra, por nuestra incapacidad de cuidar, de armonizar; por nuestra pretensión de dominar, de controlar, de querer controlar el futuro con nuestras sofisticadas planificaciones. Pero, viendo bien las cosas, no destruimos el planeta; nos destruimos a nosotros mismos. El último humano del búnker morirá. En poco tiempo, tal vez un millón de años, la tierra comienza una nueva historia de vida la espera de una nueva especie inteligente y amorosa, capaz de cuidar.

Sin embargo, me resisto. Por eso escribo y vuelvo a escribir sobre el mismo tema. Creo que podemos renacer como humanidad. Nos quedan unos minutos cruciales. Podemos comenzar a acoger en lugar de excluir, a cuidar en lugar de explotar. Podemos suspender la manía de crear problemas para solucionar problemas. Podemos parar, parar nuestro embeleco de ser grandes y poderosos. Podemos comenzar a ser humildes, somos parte de la tierra, la tierra es nuestra madre. Podemos comenzar a tomar solo lo que necesitamos, a dejar de acumular. Podemos comenzar a ser felices, porque toda nuestra lucha no nos ha dado felicidad, solo ansiedad. Tenemos una chance, en el búnker ya no habrá más oportunidad.

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